
Todos, pero todos, alguna vez en la vida hemos sido contagiados con esta común enfermedad, nos apoyaremos en esta constante para investigar un secreto muy interesante. En esta ocasión quiero realizar una comparación entre un mal social con un concepto al cual estamos enfrentados todos los días... El PECADO.
Gripe = Pecado
Estuve analizando cuales son los síntomas más comunes que la gripe genera en nosotros y tratando de hacer un listado pequeño me encontré con los siguientes:
Se contagia a través de otros
Se es más propenso a tenerla cuando se está con las defensas bajas
Debilita el cuerpo
Generalmente uno después de curarse tiene una recaída, que por lo general es más fuerte que la primera
Ahora analicemos brevemente cada uno de ellos y vean si existen algunas similitudes.
Se contagia a través de otros
Es casi inevitable estar al lado de alguien que esté resfriado: en el colegio, la universidad, el trabajo, los amigos, la iglesia o simplemente en la familia nos vemos envueltos en estos círculos de contagio. El pecado, si bien es una condición que nace en el corazón del hombre (Santiago 1:14), no podemos negar que gran parte de nuestras tentaciones comunes están relacionadas “con otra persona”. Somos en esencia, sociales y propensos al mal.
Consejo: Júntate con los que no estén resfriados.
Defensas bajas
Entre alguien que coma regularmente todos los alimentos de la pirámide alimenticia a diario, y alguien que sólo desayuna un pan con una tasa de té y almuerza otro pan con un vaso de jugo, comprenderán que existe un muy alta probabilidad que este desnutrido personaje se “pegue” un indeseable resfriado. El pecado, no deja de contener la verdad anteriormente dicha. A medida que nuestro avance en la vida cristiana se va fortaleciendo más, nuestros lazos con Dios se vuelven más cercanos, y si eso lo complementamos con fuertes dosis de oración, lectura bíblica, tiempos de adoración, espacios de meditación en Dios, estudios bíblicos, etc. etc. (1 Timoteo 4:13). Las posibilidades que caigamos en el pecado son más escasas. Nuestro sistema “espiritual inmunológico” estará al 100% para resistir estos ataques furtivos de aquel que no duerme ni deja dormir.
Consejo: Aliméntate bien para no estar propenso a enfermedades
Debilita el cuerpo
Esta característica (a mi parecer) es la más molesta de todas. Cuando uno se resfría siente que le duelen hasta las pestañas. Es como si el cuerpo entero se hubiera votado a “huelga”. No tenemos ganas de levantarnos, menos ganas de ir a estudiar o trabajar. Nuestra conducta diaria es completamente modificada. Nuestra cara anda demacrada como buscando energía en el suelo. En resumen diríamos que el refrío nos corta toda intención de progreso... nos volvemos esclavos de la enfermedad. El pecado, produce un gran síntoma en el ser humano, la “culpa”. Al sentirnos culpables de nuestros hechos comenzamos a alejarnos lentamente de Dios, porque no tenemos cara para pedirle perdón. Este es el mayor error que podemos cometer, ya que Dios no tiene un N° específico de perdones para cada uno de nosotros, al contrario, su Palabra nos dice que “para siempre es su misericordia”. Esto no quiere decir que tengamos que jugar con este perdón, pero tampoco quiere decir que no hagamos uso de él. En concreto el pecado condiciona nuestro avance, estanca nuestra vivencia con Dios, limita y corta la alegría del corazón, mata lentamente los sueños y entierra el presente con el recuerdo bañado de errores. (Romanos 7:18).
Consejo: Tomar el remedio aunque cueste aceptarlo
Las Recaídas
Conozco muy pocas personas que después de un resfriado no hayan tenido una recaída. Esto sucede básicamente porque creemos que una vez que “supuestamente” salimos de la enfermedad estamos listos para hacer lo que se nos dé la gana, pero la verdad no es así. Quedamos vulnerables, limpios pero débiles. Es en este proceso que tenemos que tener mayor cuidado. Las recaídas por lo general son más fuertes que la enfermedad inicial, si mientras estábamos enfermos andábamos casi por el suelo, con la recaída de seguro arrastramos el ombligo. Hay que cuidarse y comenzar a fortalecer lo que quedó debilitado, reparar lo que quedó un poco dañado. Esta etapa es de cuidado y observación.
El pecado, es un agente muy, pero muy peligroso. Pensemos por unos 10 segundos... ¿el pecado es feo, desagradable? (piensen)... Claro que NO, de hecho si uno se involucra con el pecado no lo hace a la fuerza, lo hace con plena conciencia (2 Corintios 11:14). El pecado a uno lo seduce, lo atrae y luego lo atrapa, envuelve con sutileza la oscuridad que lleva detrás, dejando al descubierto sólo las luces y lo atractivo. En este contexto, cuando uno peca y es perdonado por Dios siente un gran alivio. Pero no por eso podemos decir que estamos inmunes a cometer el mismo pecado otra vez, al contrario, nuestro error está claramente enfocado en la parte más delgada de nuestra resistencia. Nuestras faltas serán por lo general en nuestro eslabón más débil, y será precisamente ahí donde el diablo y nosotros mismos tendremos nuestra mayor lucha.
Consejo: No exponerse a ambientes que sabemos que nos harán daño
En este caso creo que podemos ver claramente cómo algo común nos sirve para ejemplificar algo espiritual… ¿no lo crees así?
Una buena parte de nuestro aprendizaje en la vida está en captar la verdad en la realidad cercana. Sería muy bueno que todos nosotros abriéramos nuestros sentidos a las verdades que andan dando vuelta al lado nuestro, para que nos demos cuenta que Dios nos quiere “educar” con una forma más simple y sencilla.
Con Cariño en Cristo Miriam Rojas
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